GONZALEZ DE ROSSETTI MARIA DEL CARMEN

MARÍA DEL CARMEN GONZÁLEZ DE ROSSETTI
Docente. Escritora. Luchadora, soñadora y trabajadora incansable en el área social…


ALIENTO

No busques tu lugar entre los hombres
Con la soberbia y el odio por espadas,
Porque el respeto es la moneda doble
Vástago del amor y la confianza.
Confía, que ya tienes asignado
Un sitial de importancia.
Te pertenecen el pájaro y la luna,
El fruto, la hoguera, las distancias.
Si crees que tu hermano desconoce
Los talentos en que afirmas tu valía,
No hagas de lágrimas el disfraz de tu arrogancia
Que el lamento y las quejas no concitan
Más que piedad de otros, o apatías.
Si descubres todo cuanto tienes
Desbordando las intimidades de tu esencia,
Quizás no tengas un instante para buscar afuera,
O haya concluido el tiempo de la espera,
Talvez entonces sea, tu tiempo de cosechas.


HUÍDA

Juan tiene las manos deshabitadas de afectos.
Su ángel de la guarda, no descansa jamás.
Juan lo mantiene en vela.
Hay un halo de Dios que lo abriga
Como el único escudo del niño
Que encontró la alianza de las calles.
Juan crece en un tiempo indiferente
Sustentándose con las migajas
De algún corazón que se niega a amarlo.
Aprieta en los bolsillos montones de palabras
Y de consejos que no entiende.
Sabe que sus monstruos no se volverán príncipes
Porque están ahí, son su propia gente.
Juan está enfermo, aunque pocos lo comprendan.
Sus siete años reniegan de las horas desiertas,
Las letras y los números, no le interesan.
La Humanidad no inventó para él
Ni escuelas, ni milagros, ni respuestas.
Juan desatiende el sermón y la crítica
De quienes exigen poner redes a su vida.
No confía en la ternura, lo abaten las sospechas,
Desdeña la sonrisa, la paz lo altera.
El intuye que en sus hombros crece
El estigma de “futuro delincuente”.
Quisiera llevarte a un reino de infantiles fantasías,
Que reconquistaras el territorio de los juegos,
Y que el amor fuera tu nido y tu sustento.
Perdóname Juan, no se cómo hacerlo.


SÓLO ANDAR…

Me gusta caminar la tarde
Prisionero del hábito de la hierba salvaje,
Sentirme vasallo del cielo,
Señor de sus sigilos y misterios.
Con el sol cargado a las espaldas
Prolongándose en la sombra que proyecto.
Ser uno con el suelo y la gramilla
Y sorber estremecido la convulsión del viento.
Amo esta luz y la totalidad del prado
La sencillez del heno, la estructura del árbol.
Si estás conmigo todo esto es maestro.
La esencia del trébol sabe a incienso
Y pienso en Ti como se piensa
En la penumbra solemne de los templos.



CÍRCULO

Han quedado bajo el puente
Un hueco oscuro, vacío
Y un montón de harapos
Sin dueño…
Como despojos de un nido.
¿Alguien podrá proclamar
Que allí habitaba un niño?
La ciudad reposa en paz
Con su conciencia,
Que también se ha dormido.
El uno volvió a la tierra,
La otra volverá a sus ruidos.
El drama no tuvo público,
Ni testigos…
Sí lo tienen los discursos
Que arrullan muchos oídos,
Mientras tanto, los harapos
Vuelven a su condición de nido.


SÚPLICA

Sí aún puedo creer en un mondo diferente
Donde es posible que mis manos construyan…
Puedo ignorar el sabor de la lágrima,
Y la agonía de los días sin esperanzas.
Aprenderé a reírme del olvido,
Del recuerdo triste y la nostalgia.
Haré brotar en cada aurora de mis días
La flor más diáfana…
Sabré ver como regalo la vida
Donde todo lo posible se entrelaza.
Sostenme, Señor en mis deseos
Pues sólo estas fuerzas, no me alcanzan.