Fabián Gustavo Reato
Nacido en Mansilla. Actualmente reside en Paraná.
Periodista. Escritor. En Septiembre de 2008 aparece su primer libro: "Esparadrapo" (novela)
(La siguiente poesía no tiene titulo)
Danza espíritu de la noche
danza en la brisa leve
de cálidos movimientos verdes.
Danza en las copas de los árboles
y en la cúpula negra
con suaves besos de amante despechada.
Viaja por la eternidad oscura
por el silencio perfecto
del equilibrio de los astros.
Corre espíritu de la noche
por la sangre verde de los robles
por el susurro de río repleto
de la savia que sube
desde el mineral dormido.
Y penetra las flores blancas
que sólo viven de noche
y fecunda los sueños alucinados
de los que no duermen
por encarnarse estrellas en los ojos.
OTOÑO
El día era dorado por un sol muy luminoso que no quemaba. El aire era marrón y estaba quieto. Yo caminaba sobre las hojas muertas que se pudrían
en el suelo. En los árboles, algunas despedían una luz amarilla, otras eran naranja y las menos estaban maquilladas de un verde vacilante.
Yo me sentía privilegiado en aquél escenario y entendía la burla de los gorriones y el desperezo de los árboles que se preparaban para su sueño de invierno. ¿Quién habría perfumado el aire con olor a lilas?
Sobre occidente algunas nubecitas se detenían para que el sol las manchara con su sangre violeta. Todo estaba tan quieto, como si el tiempo se hubiera detenido en un perfecto equilibrio, que me pareció que eras vos quién se acercaba detrás de la tarde que se estaba yendo.
DESDE LA CUSPIDE DE UNA UTOPÍA
En los años aquellos, turbulentos y alucinados, las ganas corrían más rápido que la realidad y lo que no existía se inventaba. La música era un tren cargado de imágenes de cambios y protestas, manejado por maquinistas de pelo largo y ropas de colores fuertes. La vida era un río fuera de cauce que arrastraba consigo hasta a los indiferentes de siempre. Nadie dudaba que el nuevo tiempo estaba cerca y todos se preparaban para repartir lo que sobrara y para liberar a quienes por siglos se los olvidó en sótanos de nuestras sociedades. El mundo era una llanura extensa plagada de imperfecciones a cambiar y estaba esperando la nueva era que llegaría como un Mesías. Había otras palabras y por lo tanto otra manera de ver la realidad: revolución, proletario, socialismo, reforma agraria, cambio, imaginación. Eran palabras que no pertenecían a nadie, que caminaban sin miedo por las calles, se pintaban en las paredes, saltaban de los libros y se gritaban en las tribunas, en las fábricas, en las universidades y en las plazas. Pasaban de mano en mano con los panfletos, venían amontonadas con las guitarras y circulaban por el continente sin respetar fronteras ni gobiernos, ni idiomas. Las calles se llenaban de gente que caminaba detrás de banderas comunes y hubo un retorno esperado y promesas y tal vez pactos; hubo miedo, traiciones y delatores. Y tanta vida y tanta fuerza fue aplastada por un solo pie asesino. Y todos se escondieron cercados por los lobos y nos inundaron de ausencias y de sospechas. Desde la cúspide de una utopía se ve la misma llanura con el reloj atrasado. Miles de fantasmas que están presentes y aquellas palabras que no están perdidas sino guardadas.
PARADOJA
Un abrazo de hierro marrón
se estremece.
Abajo el Clé se arrastra
entre montes espinos y luciérnagas frías.
Cuántos pasos olvidados, huellas horadadas,
surcos de carretas y sulkys
y fantasmas encallados.
Un puente es un camino,
el techo del abismo.
Pero también un destino.
Un lugar donde se guardan los recuerdos
del día en que celebramos la primavera,
de los misteriosos hermanos
(el Queco y la Queca)
que pasaban silenciosos
apurando los pasos hacia allá,
siempre caminando
uno detrás del otro.
El puente se estira
de una orilla a la otra
y es un ansia que nos une,
que persiste a pesar del tiempo
y la distancia.
Los puentes aguardan ser cruzados
sin temores.
El vacío les da sentido.
¡Qué paradoja!